El paulista Alexandre Órion cuestiona en su obra los límites y los engaños de la representación. Sus interven- ciones urbanas asocian téc- nicas plásticas con fotografías, jugando con el concepto de “metabiosis”, una simbiosis entre dos organismos que se vuelven inseparables. El resultado es una imagen lúdica en la que el graffiti parece invadir a la persona fotografiada.
Las imágenes de este artista experimental dejan ver en un instante congelado la fusión entre dos cuerpos: el dibujado sobre la pared y el del transeúnte, también convertido en personaje de su instalación. Se trata de un ensayo artístico sobre la frágil línea que divide la realidad de la representación. “La gente está muy influenciada por imágenes falsas, y yo quería hacer imágenes verdaderas. La pintura en las calles es real, y las reacciones de los que pasan por ahí también. No se trata de un montaje fotográfico, sino de una escena totalmente verídica, aunque no lo parece. Si mis verdades parecen falsas ¿por qué las mentiras no pueden parecer reales?”, dijo Orión dejando en claro que en el trasfondo de su obra existe un costado filosófico que cuestiona las apariencias y la construcción de mundos posibles.
En cierta forma, todo trabajo artístico en la calle es también político ya que uno ocupa un espacio colectivo para transmitir ideas, sensaciones, opiniones e ideologías. Para Órion, este tipo de apropiación es la mejor manera que tiene el arte de interactuar con la gente. Su interés en este vínculo comenzó a los catorce años cuando pintaba remeras a mano. Pero fue la primera vez que viajó e Europa cuando se dio cuenta que aprendía mucho más del arte en la calle que en el museo. Ese viaje terminó de volcar su producción hacia los muros de su ciudad natal. En seguida se hizo graffitero y llevó a cabo un arte callejero con una fuerte influencia de la cultura del hip hop.
A pesar del costado lúdico, intervenir las calles siempre tiene un riesgo ya que implica quebrar las leyes de la ciudad. “Pintar en la pared es penetrar un espacio público de manera algo autoritaria. En Sao Paulo no es legal. Cuando empecé era bastante complicado, hoy en día es más tranquilo porque el graffiti ya está resignificado como arte. Muchísimas personas lo hacen, aunque antes tenía un origen más popular: los pobres se gastaban casi todo su salario para intervenir la ciudad con aerosoles”. Cuando se trata de pintadas con un contenido político más explícito, las cosas se complican, como fue el caso de Ossario, una intervención que Orión decidió hacer en un túnel. Ahí pintó calaveras para recordar y concienciar sobre la polución de la ciudad. Registró todo el proceso, inclusive cuando vino la policía y ordenaron cubrir sus graffities con pintura blanca.
Con algunas excepciones, en general este arte callejero ha ido saliendo de la clandes- tinidad para volverse una expresión artística social- mente aceptada. “Ese viraje es una tendencia natural. No es la primera vez que se incorpora en el museo un arte surgido por fuera de éste e, incluso, en oposición. El problema es si se entiende el graffiti tan sólo como una moda, porque toda moda pasa. Lo que tiene sentido es la relación de este arte con la historia, no con las instituciones. Mi compromiso es con mi trabajo y con mi historia”.
En esta extraña constelación de Órion, compuesta por realidades inmóviles, las paredes interactúan e incluso por momentos invaden al sujeto. Sus imágenes exacerban esta interferencia que existe en el día a día entre la ciudad y aquellos que la transitan. Trae a la vida las calles de la ciudad creando un mundo de contrastes: de pinturas y fotos, realidad y ensueño, tiempo y espacio, vida y muerte.
X SOL ECHEVARRÍA y CAROLINA SBOROVSKY
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1 comentario:
Qué interesante, al final nunca te mostré el power sobre intervenciones urbanas.
Espero verte pronto, besos
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