Los que nacimos antes de Internet (a.I.), aprendiendo programaciones con la tortuguita de Logo, todavía traemos en nuestro caparazón un sistema de valores que nos resulta anacrónico. Introducimos a presión estos cambios en las categorías convencionales de literatura, aunque es evidente que no encajan. Son piezas de otro rompecabezas que muestra un paisaje antiguo, que se va a modificando de a poco con estos retazos desencajados. Eventualmente, el paisaje será tan irreconocible que habrá que aceptar que ha cambiado y nos iremos entregando a las nuevas tecnologías y a las propuestas de formas del saber que vienen aparejadas con éstas... Por el momento la lógica literaria imperante en Internet sigue siendo la de traslado de un formato a otro. Es cierto que la literatura ha empezado a incluir el fenómeno de Internet y las telecomunicaciones, no sólo a nivel argumental sino incluso a modo de experimentación formal. Pero también es cierto que no se han trastocado las nociones de autoría ni de copyright. La idea de plagio, así como la de originalidad y novedad, continúan circulando, incluso con mayor énfasis que antes, quizás para defenderse de su futura imposibilidad.
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