jueves, 27 de diciembre de 2007

fonavi


Luciana nos vio alejarnos. Saludaba con la mano. Ella quería estar, pertenecer. Tenía los cordones desatados y un buzo a la cintura. Saludaba mientras el sonido de nuestras pisadas se alejaba del resto de los ruidos de la fiesta. Estaba a oscuras detrás de un árbol y movía la mano lentamente, con dificultad. En el suelo había ramas que se quebraban. Nos miraba avanzar hacia algún lugar sin percibir otra cosa que el movimiento. Sus ojos grandes pestañaban poniéndole fin a la locura. Tal vez sospechaba que algunos de ellos iban a desaparecer. No esa misma noche, sino con el tiempo.
Luciana estaba desencajada. Me había dicho: esta vez me mato.

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